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Fantasmas en Delhi

 En Dehli se acumulan los cadáveres. El asesinato es un método efectivo para dirimir cuestiones. Una puñalada asestada al hígado licúa una deuda. Un fuerte golpe en la cabeza calla a un soplón. Un cable bien tenso, alrededor de un pequeño cuello, cumple una fantasía. Y los cadáveres se van amontonando. Son demasiados. La policía no da abasto a recogerlos y muchos duermen junto a los Niños Solos, los que viven en las estaciones de tren y metro, que también son demasiados. Parveen se confunde entre ellos. La última vez que habló con su mamá, ésta estaba sobre una camilla. Parveen le preguntó cuántos años tenía y si podían comer pastel en su próximo cumpleaños, pero no entendió bien lo que le contestó, el ácido le había pegado los labios casi por completo, solo hizo algunos sonidos y acarició despacio la cabeza de Parveen. Su papá había escapado a casa de un primo, el día que a su mamá se la llevaron al hospital con el rostro derretido, y su hermano mayor, Saif, amenazó a Parveen para qu

Maternidades deseadas

  Que hermoso bebé. Cómo se llama? La mujer se inclina sobre el cochecito. Victoria, que está terminando la pitada, gira la cabeza y ve a la viejita mirando a la criatura. Suelta el humo torciendo la boca. Resi, es una nena. Resi? Que lindo nombre. Es de origen indio? No. Es el diminutivo de Resiliencia. La vieja levanta las cejas y asiente con la cabeza. Ahh, claro. Victoria vuelve al cigarrillo. La vieja sujeta el piecito diminuto y lo sacude suave. Cosita linda. Luego sigue su camino, esquivando las baldosas rotas. La nena se queja. El sol le da en la cara. Tiene un saquito tejido al crochet y escarpines también de lana. La cara le brilla de humedad. Victoria mira a un grupo de chicas, más o menos de su edad, que toman mate sobre una manta, en el pasto. Una habla moviendo las manos y las otras la miran expectantes. Luego remata con algo gracioso y todas ríen. Victoria también ríe. La bebé lloriquea. Victoria agarra el cochecito y lo mueve hacia adelante y hacia at

El ritual de las lampreas

  Se mudaron al campo, a una casa grande, alejada de todo. Diego dejó su puesto en el instituto de investigaciones marinas de la Universidad de Mar del Plata, Paula abandonó las aulas de la facultad de ciencias exactas, y poco a poco volvieron a tener momentos de cierta dicha, manejando un tractorcito verde y criando pollos.  Al cuarto verano las chanchas tuvieron muchas crías. Paula volvió a quedar embarazada, y dió a luz, en la salita de la comuna, una criatura sana y rosadita. La comadrona dijo que alumbró la habitación al nacer, con los ojitos azules grisáceos abiertos y expresión de sorpresa. La pareja comenzaba a reconstruirse después del luto. Y Diego decidió retomar el contacto familiar, a pesar de la insistencia de Paula por esperar un tiempo más. Invitó a su hermano Renzo, su esposa Clara y el resto de la familia, a conocer a Luz, Lucesita como les gustaba llamarla a ellos, que ya tenía 9 meses. Esa tarde llegaron Renzo y Clara, en el Sierra nuevo color champagne. Entraron po

Cartas en el barro

Hedo es una niña de 12 años que viaja a pie y descalza, junto a su gente. Siguen las instrucciones dadas por los más viejos, para moverse a través del territorio, desde el estrecho interior a la costa pacífica, para cazar las presas que solo encuentran en la planicie superior. Hedo ama viajar. Ésta es su quinta migración. Hoy le toca atravesar el pantano que milenios más tarde se conocerá como la región de Osorno, Chile. Hedo no lo sabe, pero acaba de escribir una carta. Una carta sobre el barro y con su pie derecho. La nota lleva impresa la prueba irrefutable del espíritu osado de su pueblo, la odisea en el vientre de su madre a través de una masa de hielo eterna para conquistar el horizonte, las historias de los viejos sobre la lejana tierra que abandonaron hace tanto, y la conexión ancestral con Karen, que lee la carta con la palma de su mano, a 15600 años de distancia. De cuclillas, Karen contempla su hallazgo, la huella más antigua del continente aseguran los análisis, mientra

El baldío

  - Dale derecho, es pasando el cementerio Laura apuntaba  hacia adelante con su mano vertical  y la movía de arriba abajo Luca asintió y siguió manejando. El sol ya se había escondido detrás de los eucaliptos, pero el calor no aflojaba. El volante estaba pegajoso y desprendía pedacitos de goma que le manchaban las manos húmedas. A medida que avanzaban las casas se hacían mas bajas, la calle mas estrecha y la línea de la vereda se desdibujaba. - Ocho mil pesos es un regalo por un terreno de esos metros. - Si, el tipo de la inmobiliaria me dijo que está barato porque lo heredaron tres hermanos que no se hablan y lo quieren liquidar cuanto antes para no tener que verse más las caras. - Preguntale a esa vieja si sabe dónde queda la calle. El auto se detuvo frente a una tapera descascarada, que combinaba trozos de pared revocada y ladrillos desnudos. La puerta estaba arrancada y descansaba apoyada en la pared, en su lugar colgaba una cortina mohosa. Una mujer mayor, robusta y bri

Caronte

Ricardo es camionero, traslada el ganado a su destino fatal. Siempre se sintió una especie de Caronte cordobés, el barquero del hades que transporta las almas al inframundo. Ese desdichado final. Ese martes de noviembre manejaba preocupado por una ruta secundaria. El camión tomó la rotonda lentamente. El acoplado se balanceó de lado a lado y se escucharon los mugidos. Ricardo miró por el retrovisor, los animales se movían lentamente, como organizados. Durante el viaje los notó más inquietos de lo habitual. Debió ser por esa vaca preñada que le obligaron a subir en el campo. Ricardo sabía que era ilegal transportar animales en ese estado, mucho menos para faena y que podría tener graves problemas si se topaba con un control de rutina. Le sugirió al patrón esperar al destete, pero la vaca estaba débil, tal vez enferma, y Don Antonio no estaba dispuesto a perder plata. Más vale encajarla al frigorífico antes que se muera en el potrero y se la coman los perros, dijo el patrón. El veterinar

Cenizas quedan

 A los seis años me regalaron mi primera bicicleta, hasta entonces juagaba con una pelota plástica que quedaba abollada durante una hora cada vez que la pateaba. La bici era roja, azul y blanca, con tres huequitos en uno de los ángulos del cuadro, debajo del manubrio, nunca supe si servían para algo. A partir de ahí decidí dejar de lado el fútbol, para lo que era bastante malo, y probar pedaleando. Amaba el fútbol, aún lo amo, pero también lo sufría. Durante un tiempo había intentado colmar las expectativas que se generaban en cualquier chico de seis años, de un barrio pobre en esta parte del mundo, jugar bien a la pelota. Pero cada intento terminaba en frustración. Las paredes de la pieza empapeladas con recortes de diarios y revistas con la cara de Medina Bello o Fernando Redondo. Alguna vez mi viejo probó llevándome a un baby fútbol, donde me tiraron en un potrero pelado con otros nueve chicos de mi edad. Corrí como un loco atrás de cada pelota durante todo el partido, pero ni siqui

Reivindicando el cine clásico fuera de las fronteras de Hollywood.

 Cuando hablamos de clásicos del cine es inevitable pensar en la meca mundial de Los Ángeles, que con su glamour y calidad (y sus millones) nos legó una interminable lista de películas memorables. Pero resulta injusto dejar afuera a grandes realizadores, íconos del cine de otras latitudes, que por cuestiones presupuestarias o de momentos históricos sin la globalización de hoy, no lograron el reconocimiento merecido. Entre los maestros del séptimo arte, no Hollywoodense, encontramos directores de cine brillantes como el sueco Ingmar Bergman, considerado por muchos como el mas grande director de la historia, artífice de clásicos inmortales que exploraron la psiquis y las relaciones humanas con una profundidad inusitada, entre sus obras, todas excepcionales, se destacan Persona (1966) , protagonizada por Liv Ullmann y El séptimo sello (1957), con Max von Sydow. Otro creador infaltable es el japonés Akira Kurosawa, activo por mas de 50 años, realizando principalmente largometrajes ambien

Rompeviento

 Cada noche la rutina era deambular descubriendo las caras noctámbulas de la ciudad. Eramos dos chicos de 16 años inquietos y curiosos. Un martes 6 de Julio, después de la escuela, a eso de las siete y media, llegué a casa y tire la carpeta sobre la cama, solo la carpeta, no tenía mochila, ni cartuchera, ni elementos de ningún tipo excepto una carpeta tamaño oficio de tres ganchos, con pocas hojas y aspecto de libreta de carnicero, según mi vieja, con una inscripción en la tapa que rezaba Welcome to the jungle. Me saqué el buzo azul, la camisa color caqui y el pantalón azul recto, uniforme del colegio de oficios conocido como la Escuela del trabajo, que nada tenía que ver con mis aficiones o perspectivas futuras, no tenía perspectiva alguna en realidad, y me calsé el jean desflecado, una remera negra manga larga y la campera rompeviento. Caminé hasta la cocina, abrí la heladera y saqué la mayonesa, me hunté dos rodajas de pan y me las comí enseguida. Sonó la puerta, me subí el cierr

La importancia de saber morir

 El fondo se ve oscuro, siempre me resultó aterrador no ver el fondo. Pero hace mucho calor y la humedad me pone el cuero pegajoso. Los ríos de las sierras son limpios, estuve toda la tarde entrando y saliendo, y no hay mas que piedras redondeadas por el agua, muy suaves, inofensivas. Apunté adonde se suponía que estaba mas hondo y salté. El cálculo no fue exacto, la negrura de la noche cerrada no colaboró, y caí sobre una roca grande que no estaba firme. La roca dió medio giro y me aplastó el pié izquierdo. El ruido que hizo el hueso bajo el agua vibró a través de mi cuerpo hasta mi garganta y el alarido debió escucharse lejos, aunque no hubiese nadie para oírlo. El dolor en estas situaciones se siente en cada latido, tal vez sea la adrenalina que proporciona el terror lo que nos hace actuar rápido a pesar del sufrimiento extremo. Sumergí la cabeza y empujé la piedra para volverla a su lugar. No se movió. Intenté levantarla un poco para liberar el pié. Fue imposible. Tiré, primero s

El mártir de Rosario

17 de Abril de 1974, Rosario, Argentina. Son las seis de la tarde en el Parque Independencia y las gradas rebosan de gente. En un hecho histórico, hinchas de los dos clubes más grandes de la ciudad, Newells y Central, se mezclan en las tribunas para alentar a un combinado rosarino con las máximas estrellas de ambas escuadras _En Rosario se respira fútbol, pero fútbol bipartidista, allí no hay lugar para la doble camiseta, cuando uno nace se lo consagra para siempre bajo una única identidad futbolera, o sos Leproso o sos Canalla_ Diez de los once titulares pertenecen a los dos gigantes, pero hay un intruso, uno que se deslizó por las grietas. Parado en el centro del campo hay un flaco desgarbado con las medias bajas, pelo largo ondulado y un incipiente bigote de herradura. En el ambiente lo conocen como el Trinche Carlovich. Jugador de Central Córdoba,   romántico, noctámbulo, con aversión al entrenamiento y la puntualidad. El Rivelino Santafesino, aseguran los eruditos del ascenso.

Europeo de pelo corto

 La luz naranja de un farol entra insolente por la ventana y le baña la cara mientras él lava su brazo. Mira hacia afuera, desde la cama. Y en sus ojos hay una calma pura, total. Él no anhela, el no sufre, pero ama... como puede amar sin sufrir? Será que no conoce su finitud. Él piensa. Que piensa? Los ojos grandes devoran esa luz. Y él no se mueve, no emite sonido alguno. Parece conocer todos los secretos del cosmos. Nada ha escapado a su escudriño. Conserva esa postura milenaria de sus antepasados, que los hizo especiales, únicos. Mágicos? Tal vez sí sabe que es finito, tal vez su calma reside en aceptarlo. Tal vez un día vuelva. Tal vez nunca se vaya. Tal vez sea Dios. Tal vez eso es Dios.

Brisa

 Mi nombre es Fito. Me lo pusieron por Adolfo, el papá de mi mamá, y por Rodolfo, el músico preferido de mi papá. Tengo una hermana llamada Mora, como un jugador de fútbol. Mora tiene una misión, nunca me dijo cuál, pero estoy seguro que la tiene porque siempre está entrenándose para cuando llegue el momento. Pasamos mucho tiempo sólos en casa, mis papás salen bastante, y yo aprovecho a mirar libros y pensar. Con el tiempo he llegado a conclusiones asombrosas, acerca de muchos asuntos interesantes. Cada vez que mis papás llegan a casa corro emocionado y les cuento los nuevos descubrimientos, pero ellos me piden que me calme, que no grite, que "bueno, bueno!!". Sospecho que no me entienden. A veces pareciera que si porque saben cuando tengo hambre o cuando quiero que me acaricien, pero cuando quiero contarles sobre alguna de mis increíbles reflexiones me piden que me calle. Mi hermana parece resignada y hace años que habla poco, lo justo. Ella es mayor que yo y los conoce me

Paseo nocturno

 Cierro los ojos, me levanto, toco el suelo para experimentar la textura y luego vuelo. Salto por la ventana, atravieso la malla sin dañarla y planeo hasta la calle. Floto a ras del suelo y voy oliendo la humedad y viendo a los gayos que hasta entonces tan solo oía. Y acelero y me elevo. Alto. Y le miro a los ojos y me toca las manos y me susurra al oído todos los misterios del mundo, y de los mundos. Y le atravieso sin tocarle. Y siento todos los sentimientos alguna vez experimentados. Y muero sin vivir. Y vivo sin morir. Y grito en todas las lenguas, en una sola lengua. Y veo pasar años, siglos, eras, eones. Y los veo morir mientras todo arde, y luego se apaga. Y todos los soles se apagan como luciernagas muertas. Oscuridad. Y rompo el plano llegando a lo blanco. Donde el tiempo no transcurre y el espacio no ocupa. Y me encojo, me ensimismo, yendo hacia adentro, al centro. Aprieto, comprimo, concentro, me oprimo... y estallo! Y vuelo, en mil pedazos. Y ocupo, transcurro. Me enfr

Revolución

Oscuras y eternas. Así son las noches pleistocenas. Para un erectus toparse con la oscuridad fuera de la protección de su cueva era casi una sentencia a muerte. Pero el hambre es desafiante, como los lobos, y las tripas de Prometeo aullaban en una noche sin luna. El viento helado de la tundra se cuela entre las pieles de las bestias desolladas, que ahora calientan su cuero. Los pies curtidos avanzan ligeros en la penumbra. Los brazos pendulantes pero prestos, hamacan la lanza. Y la cabeza estirada hacia adelante, con la nariz alzada y las orejas agudas, intentan descifrar el silencio. De pronto otra vez esas raíces brillantes en el cielo, pero ésta vez una besa el suelo a lo lejos y le sigue un rugido espantoso. Prometeo toma la posición que lo distingue como especie y observa. Hay un sol en la tierra. Y contrariamente a sus instintos, o tal vez no, corre hacia el fuego. Y mientras corre su bello se cae, su frente se ensancha y su imaginación estalla.

Reflejo

 Trotó hacia el baño con urgencia y empujó la puerta. Cuando pasó frente al espejo se extrañó de lo que vio, pero la premura del instinto básico le impidió detenerse. Evacuó y volvió sobre sus pasos. Se detuvo frente al reflejo y no reconoció lo que veía. Recorrió los contornos, las formas y los tonos, pero no le eran familiares. Se parecían a los que había mirado cada mañana durante 34 años, pero no. Desde la cocina le llegaron las risas del programa de tv, y abandonó la inspección para volver al entretenimiento. El tipo en la pantalla hablaba fuerte y gesticulaba mucho, los participantes del show, enfundados en ridículos disfraces, hacían pantomimas y piruetas, en un esfuerzo desmedido por hacer reír al público que festejaba con aplausos y vitoreos ensordecedores. Él observaba sin pestañar y con la boca entreabierta, hundido en el sofá con una cerveza en la mano, que siempre terminaba calentándose. -Que hija de puta! Un día de estos la mando a la mierda- dijo no muy convencido. S